El autor elabora estos escritos partiendo del pensamiento que los mismos constituyen meditaciones realizadas al atardecer de la vida frente a la puerta de los ochenta, y que su deseo es intentar trasmitirlas no solamente, como testimonio del camino recorrido, sino como agradecimiento a lo Alto por los dones recibidos. Expresa que esta etapa del camino constituye una vivencia muy difícil de trasmitir lo que se siente y que, por su profundidad y dimensión se hace difícil también asumirla uno mismo, ya que ha sido una peregrinación emprendida hace ochenta años. Años que son suficientes para dar varias veces la vuelta al mundo, y que en verdad, no son nada. Hace una narración de sus recuerdos de otros tiempos, los que acompaña con fotos de su época de niñez y juventud, y expone sus vivencias frente a los cambios culturales y tecnológicos de los últimos años, y el modo que le ha tocado afrontar los mismos. Al finalizar sus meditaciones, expresa su deuda de gratitud y recuerdo con sus ascendientes y un testimonio para quienes habrán de sucederle.