Interpretar las vivencias del barrio donde a uno le ha tocado vivir su niñez y juventud en la década de los años ‘60, se presenta como una realidad inconcebible y prácticamente desconocida para las generaciones actuales en este presente signado casi exclusivamente por una tecnología avasallante.
Pero seguramente causará (por lo menos es lo que espero) un sentimiento entrañablemente nostálgico en mis congéneres etarios y en las generaciones que no convivieron durante la infancia con la parafernalia tecnológica actual.
El barrio referido del conurbano bonaerense, así como tantos otros semejantes, en esa época, fue Virreyes, partido de San Fernando.
En estas vivencias se entremezclan anécdotas, recuerdos, coloquios imaginados y no tanto, amigos, el bendito y amado fútbol de potrero infaltable como recreación fundamental de la época, personajes variados, y compañeros entrañables del querido Colegio Industrial de San Fernando, ENET N°1 San Ginés.
Como un fiel corolario, participo de un homenaje a nuestros antecesores inmigrantes cuyas historias de vida fueron imprescindibles en el progreso y crecimiento de la sociedad cultural y material de cada contexto barrial. Desde el incipiente oficio que muchas veces se transformó en industria, hasta el jornalero que tuvo hijos profesionales, ese era el progreso buscado y conseguido con la impronta de machacar conducta de procederes.
La figura excluyente de la querida Manola, representa a mi entender, a cada uno de esos sufridos y esforzados antecesores carenciados en estudios pero sabios de la vida, que a fuerza de comulgar valores hicieron esta patria.
Las otras yerbas del título, llámense, “Realidades alteradas” y “Emociones de la vida” son manifestaciones particulares que han surgido seguramente como resultado de esa infancia pura, libre, y de una juventud plena.
Muchas de estas reseñas son como los claroscuros de Caravaggio, las luces y las sombras, las sonrisas y las lágrimas de la vida.