El tapizado gris del auto nuevo que acolchona la burbuja en la que atravesamos la misma línea imaginaria que siempre dividió en los dos los lados del cartel en una ruta donde el tiempo se detiene, o vuelve. Vaya uno a saber, si es eso, o es solo el mismo pensamiento que tuve en cada viaje, que además hoy se mezcla con la voz que murmura en voz alta y no soy yo.

La cinta gris cosida con blanco que se traga piedras y árboles en el resplandor de otra tarde donde no me queda claro si es el sol el que persigue las motas de algodón manchadas de gris en el extremo del cielo, o son las motas las que repentinamente oscurecidas, lo persiguen para iluminarse de nuevo y volver a la perfección encantadora del blanco con bordes de oro.

Los pájaros negros lanzándose en picada sobre los árboles quietos, los bichos estampados en el parabrisas que no siguen el ritmo de la música para viajar que me acostumbraste a cargar desde que llegaste, tu mano blanca que tararea un ritmo ronco en tu rodilla enfundada en beige.

El brillo diamantino que se escapa de tu dedo en una curva, la curva repentina de mi boca asaltada por una imagen reciente de nosotros en una costa cercana diciendo "dale, quiero, vayamos a ver a tus padres", el ritmo loco de mi corazón, mis palabras acumuladas que todavía no te he dicho, el sendero lleno de polvo que no logra cubrir tantos años de recuerdos sin abrir.

Retratos sepia de esta casa que no habito, que recuerdo y no, que me recibe como a un extraño, los ojos apagados de mi madre bordeados de hebras grises, la frente de mi padre llena de líneas que ya no comprendo al leer.

Una verja blanca, las hileras de árboles sin nombre y las margaritas que intentan ser girasol. ?¿Qué fue del niño que habitaba esa hamaca roja vacía?

Los pasos siempre rechinan igual en las maderas del suelo, los escalones repiten la misma canción si vamos arriba, donde las ventanas destiñen halos de luz en las alfombras, todavía pobladas de esos eres imaginarios con los que jamás quise dormir.

?La cama pequeña, los autitos en fila, el estante de miniaturas, las cortinas de Wall que a esta hora siempre son doradas, el cuadro con todos los planetas que quise visitar y nadie me dijo que estaban tan lejos, los libros ordenados por tedio, y el telescopio con el que descubrí que nunca iba a alcanzar la luna.

Tu mano que incursiona el borde de mi cintura seguida de tus brazos, tus dedos que evaporan con esa misma magia del primer dia el agua de mis mejillas ¡Cómo fue que en quince años me he vuelto tan raro!

El pulso extraño de un reloj del pasillo se mezcla con la música sin forma que tose el viejo radio del taller que ya no usan las manos anudadas de mi padre y el tintineo de cerámicas en la cocina.

No sé si es la hora del té, si es demasiado tarde ya para volver a las memorias que escribieron los estantes de mi viejo cuarto. Vos queres escuchar historias del cartel que una vez me robe del cine, y mi corazón que ahora late lento, tal vez solo quiere volver a ser niño y recostarte conmigo en esta pequeña cama hasta que madre golpee los trastos y se asome a la escalera para anunciarnos la hora de cenar.


Susana Buisson. (IV Mundial de escritura Junio 2021- Consigna del dia 13 Escribir un relato o poesía a partir de una enumeración, -Gracias MSS por la foto inspiradora-) Publicado en Antologia Abrazando Vinculos 2021

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