Comencé este libro hace aproximadamente dos años, gran parte de él lo escribí en bares de diferentes países. Podría mencionar los bares de la Plaza Oriente y el del Paseo de la Castellana de Madrid; el bar del Hotel Astor Astoria de la Cuarta Avenida en N.Y.; el bar de la Old Town en Frankfurt o el bar frente al Duomo en Milán; ciudades que visito muy a menudo por trabajo, pero también en el Orient Express del barrio de mi casa: tal vez este último es el que más recuerdos está acunando. ¿Por qué será que los bares son tan inspiradores, rescatadores de recuerdos, sensibilizadores del alma, facilitadores del verbo? No lo sé, pero eso me pasa, y me encanta saber dónde escribí cada cosa y lo que sentí al hacerlo.