En 1995, al escribir LAO, intentamos probar que la Argentina estaba ocupada. Esa pesadilla es hoy un teorema que no necesita explicación. Sólo basta leer a Ayn Rand, autora de Atlas shrugged: «Cuando vea que el comercio se hace, no por convencimiento de las partes, sino por coerción. Cuando advierta que para producir, necesita obtener autorización de quienes no producen nada. Cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes no trafican bienes, sino favores. Cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, que por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted. Cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrá afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.»Hoy podríamos agregar otras pruebas a las que nos legara Ayn. Cuando veas que esquilman, atacan y ni defienden de los cuatreros al campo, a pesar del decir de Thomas Jefferson: «Los cultivadores de la tierra son los ciudadanos más preciados. Los más vigorosos, más independientes; los más virtuosos y están atados a su país y unidos a su libertad e intereses por los lazos más duraderos.»Con su marrullera fórmula de sacarle al que tiene para darle al haragán, el alivio dura lo que una bengala barata. ¿De dónde pensarán sacar cuando se agoten los “hacedores”? Contradecir tanto la selección natural lleva al caos y a la extinción.¿Cómo llegamos a tamaña calamidad? Quizás porque nos incluyen las generales de la ley. Al decir de George Washington, «El pueblo soporta males terribles antes de lanzarse a sacrificios mayores para liberarse.»Que lo malo se reproduzca más rápido que las virtudes es porque, según decía Manuel Belgrano en una exhortación a la docencia, «Explicamos lo que sabemos, pero enseñamos lo que somos.»Si la cizaña avanza al cultivo ahogará las espigas; plantando cedros obtendremos siglos de sombra, abrigo y belleza; talando bosques propiciamos desiertos y hambre, y si en esto reemplazamos espiga, cedro o bosque por “niño”, podremos avizorar el futuro.