El análisis crítico de la poesía es un paso en la sombra, apenas una sospecha. ...Quizá por eso el poemario De Breve Infinitud se inicie, precisamente, con este pedido: “Necesito una palabra / que divida la noche / para poder reinar”, dice la autora, asumiendo la actitud del demiurgo: invoca la palabra creadora; confiesa la necesidad de un instrumento de poder, al mismo tiempo que la belleza metafórica de este ruego anticipa el esplendor que alumbrará su senda creativa. Puesto bajo la advocación de una sentencia mística (Poesía: sacrificio sin sangre sobre la fría piedra de la memoria), el capítulo que inaugura este libro se refiere al ceremonial de la escritura poética. En el reino de la noche, la hoja en blanco y el silencio sólo pueden ser transformados, exorcizados, por la palabra. “Una y otra vez / como en un rito / me desvivo detrás de una palabra / para desmorirme en ella”, escribe Dorita Puig. La magia y la poesía, a veces, se parecen demasiado. Un hechicero baila la danza de la lluvia. Un poeta realiza un sortilegio por unas cuantas gotas de tinta para su cosecha. Entre los hallazgos poéticos de esta obra, la idea de “desangrar” (la musa) “hasta secarle la tinta” es de una potencia reveladora: el vampirismo del poeta y la vocación sacrificial de la musa, puestos al descubierto, como nunca, en un poema. Algo de esta íntima relación entre magia y poesía habrá sospechado Vicente Huidobro; el fundador del Creacionismo, al escribir el arte poética de dicha vanguardia, inspirándose en un poema aymará que dice: “Poeta, no cantes a la lluvia. Haz llover”. Eduardo Luis Fernández