Cuando se escribe la historia de una relación en que la diferencia de edad es de treinta y tres años no podemos eludir hablar de la moral y de la culpa, pero es a la vez una historia de amor que puede ser desgraciadamente imposible. Los personajes son culpables de todo salvo de sentir la unión que los junta. Gracias a la prosa en primera persona llevada por el protagonista de cincuenta y un años, se llegará a una comprensión humana, irónica, avergonzada y con ciertos ribetes de fastidio y de enojo, describiendo así a un ser acorralado por sus circunstancias y siendo lo que su historia hizo con él. Pero como en todo desarrollo existe algo trascendente, una parte que es propia de cada uno, y en ello puede que un ser humano venza el fatalismo de su biografía. El final de la obra se define de acuerdo a un estado de ánimo del mismo escritor quien hace relatar a su protagonista los acontecimientos. Pero bien podría haberse tratado de un desenlace distinto. Pero el escritor ahora se convence en la adecuación del final elegido.