¿Quiénes, de los muchos de los afamados autores que exhibe la Historia –entre los cuales hallamos a literatos, filósofos, pensadores, religiosos, etc.– no se han ocupado del dinero, y de modo especial para, en general, hacer escarnio de él? ¿O acaso los judíos y otros pueblos también, como, por ejemplo, los fenicios y después también los lombardos, no hay debido pagar –específicamente los mencionados en primer lugar– un alto precio en bienes y en vidas por haber tenido condiciones de existencia en las cuales el dinero y el comercio jugaban un significado preponderante, tanto que eran muy dificultosas de poder ser sobre llevadas? Sin embargo, quienes criticaban a esas etnias no tenían elementos de apoyo que fueran mejores o aun suficientes o siquiera justificados como para poder sustentar sus agravios, sin duda fundados en su propia codicia. Así, los filósofos griegos criticaban lo que ellos también apetecían. ¿Y no hacían acaso lo propio los romanos, quienes conquistaban pueblos en su afán por hacerse de oro, tanto, que hasta la leyenda (¿o la realidad?) nos enseña que incluso uno de sus generales fue “hervido” en el oro de los tracios…? ¿Y qué es lo que suele argüirse a ese respecto de los jesuitas? Pero, sin embargo, en el fondo de todas estas cuestiones subyace una realidad que no puede ser negada, la cual es, después de todo, una respuesta a las exigencias impuestas por la tendencia histórica, la que, quiérase o no, es imposible, ya sea a la corta o a la larga, resistir, y para la cual, además, no valen las ideologías, cualesquiera que fuesen éstas, para poder como tales contrarrestar sus efectos, habida cuenta de que es la necesidad, y sólo ella, la que, merced a la tendencia determinante de la Historia, impone la regla a seguir…Eduardo D. Olsztajn