“Plegaria profana” de Martha Grondona nos reenvía a lo que enunciara Hélene Cixous en un célebre ensayo: “La escritora da a luz un flujo amniótico de palabras que reitera los ritmos contractivos del trabajo de parto”. Leer estos poemas es encontrarse con superficies de luz, con devenires, rizomas, que advienen de esa doble celebracion que es el dar vida a un niño y cuyo equivalente es el nacimiento del poema: “Soy mujer paridora de hijos/ y de versos”.Grondona cava y explora con sensibilidad e inteligencia el rico yacimiento de su subjetividad donde cabe todo el arco de emociones, deseos, sueños, reflexiones. Lo hace con fluidez, con una economía verbal que soslaya el grito expresionista o la palabra airada. Esta escritura evidencia un austero lirismo, una maestría en el arte de tensar lo dramático sin desbordarse en retoricas o voces grandilocuentes. Toda su poetica parece concentrarse en este aforismo suyo: “Hacer el pan solo nombrandolo/ sin galas/”.Espacios reclusos e íntimos alternan con zonas de alteridad donde la presencia del Otro/a es fundante de dolor o de dicha, pero nunca de indiferencia. La intemperie del mundo y de la época está presente con su nómina de excluidos a esa “mañana eterna donde estaremos desayunados todos”, como lo soñó Vallejo.Poeta “shjol” (en idioma hebreo madre que ha perdido a su hijo/a) Grondona atravesó la noche con desgarramiento y asfixia, y su experiencia de esa travesía feroz la expresó sin ayudarse con los recursos tópicos habituales. Con voz sobria y apasionada al mismo tiempo nos lega un “In memoriam” antológico por su incandescente lirismo y su potente carga emocional.Creo que esta poesía de “caracter harapiento, desbastado y situacional” (Rachel Blau) nos interpela con su belleza y verdad y se inscribe entre los textos insoslayables de nuestra literatura.Teresa Leonardi Herran