Dice la escritora Silvia Miguens en el prólogo: “Solo importa escribir un texto que provoque sensaciones. Debemos ‘tocar’ todos y cada uno de los sentidos del ‘lector desprevenido’ (como lo llamaba Macedonio Fernández) y para llegar a tocar a nuestro lector desprevenido debemos recurrir a cada uno de nuestros propios sentidos. Los textos tienen que dejarse ver más que leer, dejarse tocar, dejarse oler, dejarse oír, dejarse saborear. Debemos mostrar más que advertir o decir, debemos conseguir que el lector, por ejemplo, reconstruya con su propia imaginación esa casa o situación que acabamos de mostrar en palabras. Debemos crear espacios vacíos para que el mismo lector los colme de sensaciones”.