Apostando a futuro

Gito Minore
Nadie puede negarlo. A quienes venimos de un origen humilde, se nos hace más difícil.
Es cierto, a nosotros, los hijos de laburantes, sin mayor formación que la necesaria para desempeñar el oficio, todo nos cuesta el doble. Si perseguimos un sueño, tenemos la sensación de que estamos iniciando un camino, para el cual la mayoría de las veces, no tenemos ninguna herramienta.
Pero eso no viene solo, no es una idea que se nos ocurre, como tantas otras. Es algo que mamamos de chicos desde distintos lugares: la escuela, la casa, el propio círculo de amigos. ¿En cuántas oportunidades hemos escuchado que eso “no es para nosotros”? ¿A quién no le dijeron “mejor dedicate a otra cosa”? ¿Alguien puede asegurar no haber oído “y eso para que sirve”?
Durante años y años y años, nos taladran con el disco rayado de que “con el arte no se come, con el arte no se come, con el arte no se come”
Porque pareciera que, después de todo y ante que todo, los hijos de la clase trabajadora, no debiéramos preocuparnos por otra cosa que no sea, procurar el plato caliente para llevar a la casa. Y hacerlo de una manera digna, eso es, trabajando.Es complicado tener esta doble vida de laburante y soñador, porque además de trajinar como cualquier otro, en la fábrica, en la oficina, en la calle, después de la jornada no nos vamos a la casa a dormir la mona. Todo lo contrario, es el momento donde realmente comienza el verdadero trabajo, aquel que especulamos, será el que le dé valor agregado a nuestra existencia. La justificación a tanto cansancio.
Es difícil, agotador y sacrificado. Pero es posible y vale la pena el esfuerzo.
Si alguien puede dar claras cuentas de estas palabras, ese es Gustavo Zavala. Músico, compositor y escritor, su condición proletaria no le impidió desarrollarse. Más bien todo lo contrario, a lo largo de su trayectoria enalteció al laburante, tanto desde canciones que lo tuvieron como protagonista, hasta con proyectos que lo tuvieron como integrante indiscutible.
Porque no solamente es bueno cantarle al “sacrificado” desde una mirada comprometida, sino también incluirlo en este trabajo que es crear, hacer canciones, libros, películas, etc, etc. Este libro, de hecho, es el fruto legítimo de ese compromiso, de ese compartir con el otro.
Con una carrera sólida y caudalosa, que incluye éxitos profesionales que a más de un “acomodado” le hubiese gustado tener, Gustavo sigue apostando a futuro. Pero no solo al propio, sino al compartido. A ese futuro en el que están incluidos otros músicos, otros escritores, otros artistas, otros hijos de la clase trabajadora. Otros locos que después de las horas ofrecidas a “hacer lo que hay que hacer” hacen lo que “aman hacer”.
Los que invierten la vida entera en romper el silencio heredado y remangarse el alma para hacer.