…Ya no soñábamos juntas.
Pero nuestras miradas confluían por el gran ventanal en el patio de la casa.
En ese diminuto pero inmenso espacio fundábamos nuestro diálogo de cortezas y de frondas.
Allí estaba el espantapájaros, arrullado de aves, anclado a la tierra con su sueño de jardines…Y sobre todos nosotros, el jardinero venciendo a la muerte e instalando para siempre su rastro en el paisaje.