Es infinita la capacidad humana para aprehender historias. Vivimos escuchando, leyendo y absorbiendo otros mundos. Y también vivimos reconociéndonos en esos discursos de otros. Hay cuentos para pensar y cuentos para devorar sin siquiera suspirar entre párrafo y párrafo. Hay cuentos largos y cuentos cortos. Hay cuentos que se entienden sin necesidad de relectura y otros que nos obligan a reincidir. Hay cuentos obvios y otros que nunca comprenderemos. Hay cuentos que abandonamos en la primera página y otros que nos hablan, nos reclaman, nos interpelan. A diferencia de la novela, el cuento, más allá de su extensión, amplía la realidad con la fuerza de una lupa, o mejor, de un teleobjetivo. Desde una mirada completamente subjetiva, el cuento ofrece historias mínimas, que muchas veces denotan una realidad social mucho más amplia que apenas asoma.Estos cuentos no son otra cosa que esa mirada sesgada y única, plagada de limitaciones, pero necesaria para constituir “la gran historia”, que seguramente será la suma de todas las palabras que vuelan hacia nosotros a lo largo de nuestras vidas.Un primer libro es siempre una sorpresa. Una caja de Pandora que quién sabe qué puede llegar a deparar. La imposibilidad del dinosaurio es un conjunto de historias con tintes autobiográficos, pero ancladas en el universo de la ficción. Será tarea del lector, pues, desentrañar la trama que Oscar Lizarraga teje entre fantasía y realidad.