Un accidente terrible ocurrido en el año 2015, sumergió a Gabriel en la oscuridad de varios meses en coma. Al volver a la conciencia comprendió su situación: tenía el cuerpo totalmente paralizado, no podía hablar, sólo contaba con la visión de un ojo ¡y estaba sordo! Aunque de esto último nadie se dio cuenta hasta un año después. Fue la visión de su único ojo la que le permitió comunicarse, a través de guiños, indicando en una hoja donde estaba escrito el abecedario, las letras que formarían las palabras que deseaba transmitir. Increíble historia de dolor transmutada en esperanza por la fuerza de la fe. La abnegada atención de los padres y su lucha diaria para la evolución de Gabriel no son sólo un ejemplo de amor y tenacidad, sino un aliento esperanzador para todos aquellos que atraviesen una situación similar. Gabriel, con su buen humor a flor de piel sosteniéndolo pese a las adversidades que le toca vivir, lo transforma en una de sus herramientas internas para construir el andamiaje donde se sostiene con dolor y desesperación, pero también con constancia y tenacidad. Mensaje profundo de amor familiar y fortaleza individual a través de una experiencia avasallante.