El paisaje está ahí, explícito: está Malena y está el puerto; están los dados, el vino tinto y el bandoneón. Están las minas y los guapos, los adoquines, los suspiros y la vidurria del arrabal. En este libro, Juan Carlos Gil se camufla de ese tanguero que sabe ser. Pero que el lector desprevenido no se engañe: acá estamos lejos de las historias repetidas, de los cuentos con moraleja, de una poética nostálgica. Con imágenes potentes y un lenguaje que recupera y que, a su vez, crea, Gil levanta su propia voz. Es un lado B del tango, veintisiete poemas que musicalizan estos días del siglo XXI. Y lo hacen con belleza y maestría: una construcción de relojería donde cada palabra se torna inevitable.