Esta obra tiene como principal finalidad demostrar que las comunicaciones fehacientes de Dios no existen, básicamente porque cada uno podría interpretarlas a su manera.
Ubiquémonos y veamos todo desde un punto lejano del universo. Dios hace un proyecto, el universo, inconmensurable, grandioso, espectacular. Él es perfecto, todopoderoso, justo, inmaterial, tiene un pensamiento, realiza un proyecto y lo concreta, de allí surge el universo. ¿Para qué? Para su “elegido”, el hombre. Lo proyecta y concreta, imperfecto (lo “perfecto”, Dios, no puede pensar, proyectar ni ejecutar algo imperfecto, solo hace cosas “perfectas”), material, con fallas, grandes carencias (al igual que los animales), lo ubica en un planeta minúsculo y perdido. No le hace ningún sistema de comunicación o le coloca algo en el cerebro para que haga lo que él quiere que no permita que haya muchas, miles de interpretaciones distintas de cualquier tipo. Pero eso sí, lo hace su “elegido”. Es un despropósito, un desatino, pensar así.