Quienes hemos vivido la adolescencia en tiempos del terrorismo de Estado, aprendimos a oler el miedo a la ferocidad de las fuerzas públicas. La vuelta a la democracia nos dio un aire de tranquilidad, era como un aroma a esperanza de una vida más vivible, aunque es cierto que se mezclaba con la voz de esa indignación que nos provocaba el haber perdido a muchas personas queridas. La vida transcurría, decíamos Nunca Más, y cada vez se tornaba más significativo el interés de la ciudadanía por los derechos humanos. Investigamos muchos años sobre los medios para aplicar o bajar al mundo de la vida educativa la dura doctrina que envuelve a la teoría de los derechos humanos, mientras los medios de comunicación se empeñaban en entorpecer nuestra labor.
Estudiamos sobre los recursos metodológicos para enseñar y aprender derechos humanos, organizamos una historia de la educación en derechos humanos, organizamos talleres de capacitación para docentes en actividad y estudiantes del profesorado, recorrimos escuelas y otras instituciones cercanas a la esfera educativa, organizamos congresos internacionales, y creamos redes de trabajo académico con colegas de toda Latinoamérica, entre muchas otras actividades de estudio, lucha y militancia para defender nuestros derechos básicos.
Después de muchos años de arduo trabajo de comunicación y difusión sobre la importancia de educar en derechos humanos, cuando la segunda década del siglo XXI está finalizando, parece haber recrudecido el odio a la democracia, el aborrecimiento por todo lo distinto, la discriminación y la violencia (contra las mujeres, la infancia y la adolescencia, las personas adultas mayor, las poblaciones migrantes, las poblaciones originarias, las personas que padecen alguna discapacidad, etc.). A tal punto parece haber vuelto el miedo al terror gubernamental, que en ocasiones parece como si la historia se repitiese. Nos interesa la formación de la ciudadanía, pero no cualquiera, sino una que sepa defender su derecho a vivir: educarse, alimentarse, trabajar, vestirse, alojarse, organizarse políticamente
En esa aventura ética, política y pedagógica, la presente obra estudia la inteligencia sentiente, en tanto teoría filosófica aplicable a la enseñabilidad de los derechos humanos, pensados éstos como un enfoque pedagógico específico: la educación en derechos humanos. Entre enseñar un campo jurídico (los derechos humanos) y la formación ético-política de la ciudadanía (educar en derechos humanos) surge un problema epistemológico que es, al mismo tiempo, la base para abordar su problemática metodológico-pedagógica. La trilogía sentiente, tema principal de este libro, es un estudio fenomenológico que teoriza sobre el acto de la inteligencia humana, ahí ya se vislumbra su implicancia educativa. Los aportes de la noología aplicados a la cuestión metodológica que caracteriza a las acciones de enseñanza y aprendizaje, resultan un enorme aporte pedagógico (entendido como teoría de la educación), puesto que nos permite dialogar sobre un problema epistemológico que, concomitantemente, se presenta como marco de una metodología pedagógica.