“Los niños, al ser más puros, experimentan el encontrarse con lo esencial de una manera simple y natural.
Ellos están cerca de su divinidad y la pueden palpar conscientemente. Los adultos también podemos intentarlo, si dejamos que nuestro niño original brote y se exprese, si le permitimos que retome a su cauce y a su lugar. Con cada intento, avanzamos hacia nuestra propia redención, con cada experiencia transformamos algo de lo que creemos ser en lo que verdaderamente somos.”