El contacto con el mar -infinitamente cambiante-, que navegué durante más de 20 años en mi barco a vela y como médico naval a bordo de un pesquero en el Atlántico Sur durante una temporada, me inundó con su lejana y misteriosa transparencia. Y originó estos poemas que no solamente se alimentan y tratan de expresar su maravillosa esencia, sino que reflejan, en su magnífico espejo, el amor, la naturaleza que crece más allá de las olas, las pequeñas emociones de la vida. La inmensidad del mar, en definitiva, me adentró en lo más profundo de mí mismo. Y me permitió navegar a bordo de la dichosa posibilidad de expresarme a través de un océano de palabras.