Esta incansable y solitaria señora sabe por qué está en el mundo. La desclasada Gabriela ama el amor, el dolor, las pasiones exageradas, la lujuria de lo mundano en su réproba alegoría y los excesos mas allá de la vituperable realidad.
Pero también ama que sus seres queridos, sus amigos y compañeros alternos y heterodoxos de la urdimbre universal que se le cruzan rían. Quiere que los seres que se le cruzan rían, que rían sonoramente, con humedad de escupida maloliente y lágrimas de rinoceronte. Quiere que la alegría, las sonrisas, las risotadas ajenas y propias la acompañen, la sustenten; quiere que las risas enmenden todo lo que se pueda y dejen vivir con tranquilidad y amor.

¡Anímense al ridículo! Ella vive en ridículo permanente, y tan mal no la pasa. Atibórrense de diferencias, exabruptos, contradicciones, anécdotas lejanas, historias de otros mundos; la experiencia de las fantasías propias y ajenas transforman a las almas nobles en incombustibles y bellas.

Y por favor: sueñen. No se conformen con lo que ya está masticado, digerido, estructurado. Anímense a bucear dentro de los contenidos, a ensayar la transformación de los textos cualquiera sea el soporte.

Después no digan que no les avisé.