Kairós; “tiempo para que obre el Señor”, punto de intersección del Cronos humano con la Eternidad.

A João Galo le ha llegado su Kairós, el tiempo de la revelación del misterio que es razón y símbolo de su destino testimonial. Irrumpe en su vida el supremo momento en que la Prueba debe entregarse, la época decisiva señalada en el propósito de Dios, para que se cumpla Su Voluntad.

Los antiguos griegos distinguían, oponiéndolos, dos naturalezas en el concepto de “el tiempo”; el cronos, o el tiempo “objetivo”, para nosotros el tiempo único, real, medida de los sucesos observables y, en otra dimensión, el kairós, o tiempo interior, tiempo de quiebre en la existencia humana, que se manifiesta, inefable. Es el momento en que la persona se revela en su verdadera esencia, para dar cumplimiento a una misión que trasciende su misma, histórica naturaleza. Hay un kairós en Alejandro cuando corta con su espada el nudo gordiano; hay un kairós en César cuando cruza el Rubicón con sus legiones armadas y hay un kairós en Cristo, cuando deja su vida oculta y se lanza a predicar la buena nueva.

Joao sabe de tiempos. Su largo recorrido existencial ha colmado su capacidad adaptativa, para soportar la magnitud del peso de su carga. Un náufrago arrastrado por los tiempos, un tránsito demasiado gravoso para su exhausta humanidad, que se afana en una búsqueda siempre defraudada. Una soledad metafísica, que sabe omnipresente y nunca mitigada. A Joao únicamente lo sostiene en la cordura y lucidez, una frágil permanencia en la certeza de una infalible Promesa.

El presente relato es una invitación a desandar, en compañía de un singular agregado de compañeros de sendas, los pasos de este dilecto peregrino, curador del superior misterio del devenir humano. En el relato no hay personajes excluyentes y auxiliares acólitos. João y todos, los históricos y los de ficción, portan y despliegan sus propias historias, semejando cursos que van desembocando y construyendo un cauce madre, hasta el tiempo del kairós de João Galo.

Aceptar el convite, despertará en el lector la especial sensibilidad por lo poético, para poder así abrevar la ambrosía del misterio, y transitar una dimensión donde los tiempos y espacios humanos, se transfiguran en el escenario de la consumación del milagro.