Nada es lo que parece porque nada hay, todo eso que se ve, 
se toca y se mide porque existe, no es una cosa sino algo que sucede.

No es un objeto pero se lo mide y aplica, no cumple con las reglas del método formal pero está presente en todas las disciplinas de la ciencia. El tiempo es un concepto fundamental para experimentar y describir la existencia, es causa tanto de la vida como de la muerte y un concepto muy utilizado que sin embargo, esencialmente permanece desconocido. No es un elemento físico, pero se encuentra indisolublemente vinculado a todo lo que vemos, tocamos y medimos, como todo hecho experimentado; que no son cosas sino procesos. Contiene un significado abstracto que aun siendo efectivo de concreto nada tiene, estando hecho de momentos que parecen entre sí, tan iguales como diferentes; una mera consecuencia de la dirección que siguen los acontecimientos –determinando de alguna manera la medida del movimiento– que no por casualidad, también es un concepto que se mide y por sí mismo tampoco existe. Este contraste entre lo abstracto de los fenómenos y lo concreto de las cosas, es el resultado de un juicio inmediato que puede confundir el entendimiento; por el principio secuencial que se deriva de la sucesión de los momentos. Vinculados a las cosas y los acontecimientos, el tiempo es inseparable de ellos planteando un conflicto entre lo que está y lo que sucede; porque participa indistintamente de ambos, aun cuando parezcan distintos. Todo viene y todo va, todo es y no es porque todo sucede y nada permanece, siguiendo la dinámica de un mecanismo que reduce lo concreto a su significado abstracto; donde hasta lo real es un contexto idealizado. La existencia es una función del tiempo donde lo único que permanece es el proceso, acerca de unas cosas que para existir, se afirman y se niegan consecutivamente; donde lo mismo es también lo diferente. El tiempo que todo lo trae y todo lo lleva es un agente que todo lo transforma, como sí las cosas estuviesen hechas precisamente de eso; estando en este proceso la imagen activa de la existencia. Esta imagen cambiante de las cosas es la imagen del devenir, acerca de una existencia que de la vida es su experiencia; como si la imagen física del mundo fuese una metafísica del tiempo.