Las historias de Naldo son un canto a la amistad, con sus códigos no escritos pero inexpugnables. Un culto a los sentimientos, afectos y pasiones del ser humano. Es una veneración de la vida aún con sus fracasos, así como de la naturaleza, porque ésta es y será la casa de todos. ¿Quién querría detonar su sala de estar o el dormitorio de los niños? 
“Incursión al Gran Chaco” refleja la admiración por la sabiduría y humanidad de Papacho, un toba que hospeda a nuestro personaje en su rancho, en el medio de un bosque, donde la nada pareciera tener sentido. Increíble travesía con hechos desopilantes y cómicos, compartidos con su amigo Narid y la ternura de Toquiño. Aunque, la imbecilidad de las deforestaciones indiscriminadas que arrasan bosques llenos de vida y los convierten en páramos, ignominia, y derechos esenciales insatisfechos, justifican gritos de rebeldía en los “paisajes soñados”.
El libro es una imperdible alegoría de latidos del corazón, producto de amores, amigos y pasiones, alegrías y pesares, que forjan nuestras vidas. Con el plus de un secreto: luchar por ellas a partir de los sueños, del placer que nos brinda la pasión y la empatía, y de valorar los disfrutes cotidianos… Todo le indicará al alma que “vivir vale la pena”. Ah… y no olvide regalarse vida.
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El autor ha sabido construir, desde sus primeros relatos, personajes atractivos, sugestivas historias, escenas insólitas pero reales, como las reuniones de los amigos en el bar, y una tendencia a resolver conflictos a través del humor, la ironía, el absurdo…
La obra nos emociona, nos permite reflexionar sobre la personalidad de los protagonistas con un lenguaje fluido, claro y profundo.
Nos hace transitar por una narrativa colmada de ternura, de deseos y de sorpresas. De situaciones insólitas e inesperadas. 
Uno de los capítulos describe la relación de Naldo con una mujer a la que acaba de conocer, con la que entabla una relación pasional sumamente erótica, y lo hace de una forma muy delicada, sutil, sugiriendo con metáforas detalles de la misma sin caer en ningún momento en la vulgaridad.
Una obra que nos ata a sus páginas desde el primer renglón.
María Antonieta Galati