Desde mediados del siglo pasado vivimos en una era peronista, razón por la cual todos los acontecimientos sociopolíticos y culturales están influenciados –impregnados– por dicho ciclo político. Hay un potente espíritu popular mayoritario atravesado por aquel líder positivo de las reivindicaciones socio-laborales de sus primeros gobiernos. Ese Perón tiene preponderancia sobre el otro líder, el negativo y autoritario que sin embargo también forma parte del imaginario público. El paradigma peronista no sufrió cambios cualitativos en relación a su composición primigenia, siendo sus características distintivas, los particulares procedimientos para acceder al poder –objetivo primordial– y la peculiar manera de ejercerlo. Conviven en dicho modelo espacios de todos los signos ideológicos. Extremos, moderados, displicentes –o despreciativos– respecto a las instituciones de la Democracia y republicanos. La sociedad argentina, toda, se ha convertido en partícipe necesario –por acción u omisión– de sus contradicciones, decadencia, errores y aguerridas y despiadadas pujas internas. Los sectores moderados respetuosos de la Democracia conviven con quienes representan un nostálgico efecto residual de la gesta setentista. Sobre este particular, no hay autocríticas ni saltos cualitativos que adapten sus perspectivas a las actuales realidades de nuestro país y del mundo. Al contrario, se auto-reivindican inmersos en una incomprensible indulgencia. El peronismo, ha gobernado casi la totalidad del período democrático, es por lo tanto responsable excluyente de la interminable crisis argentina. Obviamente, esta afirmación no exculpa al resto del espectro político.
En nuestro país, hace mucho que se reemplazó la inteligencia, el esfuerzo y el mérito por la viveza, la piolada. Se ha demonizado el concepto meritocracia, sin reconocer que la pobreza estructural y sus consecuencias, la desigualdad y la falta de oportunidades son el verdadero problema. El peronismo convirtió al desposeído en su materia prima regia. El Estado benefactor, dadivoso y perverso tiene atrapado a ese pobre que a cambio entrega, su sumisión, su voto y su propia libertad.
Este pequeño ensayo, tiene la humilde pretensión de aportar elementos –desde un enfoque psico-social– que contribuyan a la reflexión, el intercambio y la discusión entre los argentinos. Los cambios genuinos se producen desde los hombres y mujeres comunes. Los ignotos habitantes que en silencio ponen su esfuerzo diario al servicio del crecimiento del país.
Nuestra sociedad, se aferra al personalismo político, lo cual guarda una relación lineal y biunívoca con el caudillo salvador, una especie de mesías benefactor que todo lo puede, inclusive gestar etapas fundacionales en las cuales nacen nuevos próceres y la Patria verdadera. Argentina se parece al arquetipo del Héroe Trágico. Muere fáctica o simbólicamente una y otra vez sin solución de continuidad.
La grieta es en esencia República si o República no con lo trascendente y determinante de cada una de esas opciones.
