Escribir acerca de la obra de un artista, es tarea difícil por naturaleza. Porque aunque su obra represente la complejidad de la simpleza, toda creación en algún punto, escapa a una dimensión para la que muchas veces, no estamos preparados para comprender, pero sí, para apreciar. Tratándose de Derlis Maddonni, un artista multifacético, esta tarea es aún más laberíntica.
Luis Alberto Salvarezza aborda por segunda vez esa pluralidad.
Derlis es un artista que encendió la llama en Gualeguay, en su bien llamada “Generación de Oro”; y aunque él no estaba preparado –y dudo que lo esté– para asumir el reconocimiento que su prolífica carrera de artista le brindó, puede sentirse felizmente orgulloso, porque en su vasta trayectoria, nunca renunció –ni en tiempos de dictadura– al real concepto de arte: Revolución-Transformación. Auténtico y picante con cuota de humor, es un juicio ligero de Emma Barrandeguy, para referirse a su persona. “Un pensador a la Violeta”, a esa Violeta que tantas veces escuchó, a esa Violeta que tanto luchó por la unión de los pueblos latinoamericanos.
Este extraordinario ensayo artístico-literario sobre su obra, realizado por Luis Alberto Salvarezza –la persona más autorizada y calificada para referirse a ello–, reúne una serie de idas y vueltas del artista que nos convoca con diversas personalidades del arte nacional. También aquellas notas y apuntes que conocemos con poca profundidad del dibujante, su faceta de crítico y principalmente, de poeta e intelectual. Muchos de los escritos aquí muy bien compilados, han permanecido inéditos y aquellos que, publicados con su nombre o los diversos seudónimos que utilizó, como Luis Besciano, Madó y Oliverio O. entre otros, no obtuvieron la trascendencia que debieron tener, enhorabuena llegan todos juntos a vista del lector.
Parafraseando aquella célebre frase que ha perdido a su autor con el paso del tiempo, debo decir que detrás de Derlis, siempre estuvo y está Selba, de modo que hablar de Derlis sin referirme a “la ñata”, sería hasta deshonesto de mi parte; porque ella es también un poco la responsable del logro de este libro, es quien conserva los cerillos y nos mantiene conectados con él; con lo indescifrable de sus líneas y el agobio en sus retratos.
Margiotta en ocasión de un homenaje dijo que, seguramente el infierno era un buen lugar para encontrarse a charlar con Derlis, con el crítico, con el poeta, con el dibujante, que sobre el final de su existencia carnal nunca perdió su cuota de humor y su compromiso de artista: “Me sigue la muerte, avísenle que hoy estoy de paro con los jubilados en Plaza de Mayo. Nos vemos a la vuelta”. Derlis siempre supo que la muerte lo acechaba, como a todos, solo que él estaba preparado para esa discusión –aún con sus miedos– y nosotros no. ¿Quién dijo que ha muerto? Si desde el 17 de octubre de 2007, vive más que nunca en cada línea, en cada obra, en cada lucha, en cada dicho y en cada uno de nosotros.
Gastón Fleita Moreyra