En un libro anterior “El suicidio del hombre”, el autor detallaba los hechos físico-ambientales que la acción del hombre está ejerciendo sobre el hábitat que nos cobija y que lleva al colapso a la civilización humana.
Este libro desnuda la real naturaleza de la especie humana, que no es precisamente la que creemos de nosotros mismos, y que determina nuestro comportamiento como una especie más en el desarrollo de la evolución, y no como sostiene la superchería religiosa, producto de la importación de un ser sobrenatural que nos puso en este planeta. 
Suele circular una sentencia que dice: “la especie humana es un error de la naturaleza”. Esa sentencia presupone que la evolución tiene un plan o un designio, pero eso no sucede.
Somos el producto de la evolución a través de innumerables acontecimientos azarosos, geológicos, biológicos y climáticos, que nos han puesto en este pequeño planeta, súbdito de una estrella como tantas, en la periferia de una galaxia dentro de un concierto de miles de millones de ellas. Pero como el escorpión, no escapamos a las generales de la ley animal, y no tenemos el control de nuestro destino como especie. 
Y así vemos a la orgullosa especie, supuesta consciencia del universo, con el mayor desarrollo intelectual que haya caminado sobre el planeta, destruyendo la casa que habita y culminando su fracaso.