“Uno es el sol, uno el mundo.
Sola y única es la luna.
Ansí han de saber que Dios
no crió cantidad ninguna.
El Ser de todos los seres
sólo formó la unidá.” M.F.
Con estos cantos, Fierro contesta las preguntas de su retador, “El Moreno”, sobre el significado del tiempo y la medida; el peso y la cantidad.
¿Qué subyace debajo de este relato?
Un hombre viene a vengar la muerte de su hermano a manos de un gaucho que había jurado ser más malo que una fiera. Y lo hace desafiándolo en un duelo de guitarras, con las más audaces, inesperadas y reveladoras preguntas.
Orestes, un periodista neuquino, intuye que detrás de esta historia del Martín Fierro se oculta un contenido iniciático. Luego de ver La Flauta Mágica, encuentra curiosas coincidencias entre ambas obras.
Con la ayuda de ocasionales amigos, de perfiles diferentes y complementarios, logra ir descifrando su significado masónico: el viaje simbólico de un gaucho, desertor y matrero, en el que debe enfrentar una serie de obstáculos que desafían su templanza. En ese juego, deberá reivindicar sus más íntimos valores, injustamente trastocados por circunstancias hostiles y ajenas a su voluntad.
Una vez superadas las pruebas a las que es sometido, Fierro sufre la transmutación del Iniciado. El profano renace como hombre libre y de buenas costumbres.
El sueño de los alquimistas se hace realidad.
El metal de bajo valor es transformado en oro.
¿Fue José Hernández un visionario, que supo anticipar las desgracias y las malicias que enturbiaron los tiempos que se sucedieron hasta nuestros días? ¿Pretendió advertirnos de que ya se estaba incubando el huevo de la serpiente?
¿Nos hemos dejado llevar por las picardías y vivezas del Viejo Viscacha, en lugar de seguir los consejos que dejó Martín Fierro a sus hijos, una vez alcanzada su condición de Maestro, para que fueran divulgados a los cuatro vientos?