Andrei Tarkovski, hijo del célebre poeta Arseny Tarkovski, escribió: “Creo que para formar un concepto de arte primero hay que enfrentar otro concepto. La pregunta es: ¿por qué existe el hombre? Debemos usar nuestro tiempo en la tierra para crecer espiritualmente. Significa que el arte debe servir a este propósito”.
Las palabras adquieren un ritmo. Las vamos integrando con lentitud. El poeta es artesano de la palabra. Percibe el instante, la intensidad del instante. “Creador, inventor, no imitador; he ahí el carácter esencial del poeta”, nos recuerda Giacomo Leopardi.
Wallace Stevens señaló: “…la maravilla y el misterio del arte, como por cierto de la religión, consisten en la revelación de algo absolutamente otro, gracias a lo cual la inexpresable soledad del pensamiento se quiebra o se enriquece. El poeta, el hombre religioso, ni siquiera sueñan con dictar las reglas del juego: se limitan a andar por el mundo con el amor de lo real (de esa realidad otra) en sus corazones”.
El imaginador vive una penumbra del sentir, el conocer y el no-saber. “Hay algo más importante que la lógica: la imaginación” afirmó Alfred Hitchcock. “La pasión del amor es amar sin medida”, escribió San Agustín en sus Confesiones. Y dijo más: “La pasión del amor no puede comprenderla quien no la sienta”.
Muchos asociaron la poesía a la mística y al erotismo. El poeta nombra palabras más que objetos; la experiencia poética es una tonalidad verbal, un clima interior. “La palabra es el reverso de la historia”. “Para ver hay que saber”, nos enseñó Ingres. “Para ser hay que mirar y hay que saber”, perfeccionó Luis Rosales.
Imprescindible tener presente a Bachelard cuando establece la distinción del estado contemplativo, al que llama “ensoñación”, de la pura racionalidad. Pero también lo diferencia de aquello que denomina “sueño nocturno”. Nos habla de la noción platónica anima mundi.
La clave está en analizar el sentido afectivo del lenguaje, el modo de concebir la realidad. Y observar las fuentes literarias. Las fuentes levantan el edificio estético del poema. Es cuando podemos pensar en “el temple sentimental”, en el espíritu cósmico, en la tradición literaria que incorpora y asimila el imaginador. Recordemos a Schelling cuando afirmó que la Belleza “es la representación simbólica del Infinito”.
Carlos Penelas