Para comprender el conflicto entre palestinos-israelíes, no basta con mirar un mapa de Palestina anterior a 1948, hay que observar, en principio, cada conducta religiosa y política, de modo individual y libre de valoraciones, para ir luego a un estudio comparado de ambas religiones y entender las estructuras místicas como una actividad emancipadora, potencialmente dominante en las acciones del creyente.
Los orígenes del monoteísmo abrahámico son esenciales para conocer a fondo el tema; Dios, Creador y Omnipotente, sale al encuentro de Abram, un anciano oriundo de Ur de los Caldeos –territorio actual de Irak–, y se le presenta como el Todopoderoso. Le ordena un pacto entre ambos: que sea perfecto ante él y a cambio recibirá, como bendición, ser padre de naciones; así le cambia su nombre por el de Abrahán –padre de multitudes– luego de dirigirse a la tierra de Canaán, la tierra señalada por el Señor como la tierra del pacto. De los hijos de Abrahán, los que más se destacan son Ismael e Isaac, fundamentales para comprender el origen del conflicto entre palestinos e israelíes –o entre judíos y musulmanes– por la herencia sagrada del Dios de Abrahán.