Hay quienes necesitan anteojos, lupas o microscopios para ver una porción pequeña de la realidad, otros en cambio, se abren al cielo y utilizan telescopios o prismáticos.
Lo único cierto es que no nos bastan nuestros ojos para ver todo lo que pasa en este mismísimo instante y por humanos tal vez, nos vamos acostumbrando a quedarnos sólo con lo que vemos a simple vista en un aquí y ahora concreto. Yo tengo un caleidoscopio mágico con muchos fulgores. A veces los colores se mezclan para darle formas a los entreveros de mis emociones y se transforman en personajes con historias cotidianas, simples y complejas a la vez, que transcurren en los barrios porteños.
Cada hoja en blanco me invita a plasmarlos para que no me olvide. Habitantes de mi mundo interno que me invitan a seguir mirando cada tanto a través del caleidoscopio mágico.