Los amantes del cine justifican su devoción por el séptimo arte diciendo que es más grande que la vida. Del fútbol, más o menos, podría decirse lo mismo. En el rectángulo verde de 100 por 70 tiene cabida mucho de lo mejor y de lo peor de la divina comedia humana. Grandezas y miserias, generosidades, mezquindades, todo se cocina en ese caldero que al principio fue un juego, después un deporte, y que hoy es cada vez más un negocio y un show televisivo. Sea lo que fuere (o lo que cada uno de nosotros quisiera que fuese), el fútbol no podrá separarse jamás de la emoción. Y esa emoción, limpia, pura, casi elemental, aparece en cada uno de los textos que Enrique Martín ofrece en este libro. Escritos con el sentimiento del pibe que gastó zapatillas y luego se hizo hombre pateando los tablones en los -60, pero también con la mirada aguda y el rigor del hombre que se hizo periodista y recorrió el mundo, desde los -70 en adelante. Estos relatos son pinceladas en pasado y en presente, de una manera de vivir el fútbol en la que se mezclan la pasión del hincha por sus colores y sus tradiciones, con la bronca sana del cronista que no se conforma con la época que le ha tocado para vivir y para contar. Las historias, pequeñas en su desarrollo, grandes por lo que representan y transmiten, hablan de Boca, River, Racing, Independiente y San Lorenzo, los cinco equipos más populares de la Argentina. Pero también de Atlanta y Chacarita, como signo y símbolo de las rivalidades barriales de toda la vida. Y hasta de Peñarol de Montevideo, el gigante uruguayo que supo de glorias mundiales y que ahora lucha por quitar sus pies del barro. Estas historias no son una síntesis del recorrido de esos clubes por el tiempo, ni un perfil de sus glorias legendarias, ni componen un anecdotario curioso y colorido. Son todo eso y mucho más que eso. Son el fútbol mismo. Retazos de emoción y sentimiento recreados por la prosa de alguien como Martín, que un día trepó como hincha a lo más alto de la tribuna, y ahora sigue ahí –como escritor– para contarlo a su manera. Con sencillez, elegancia y corazón. Daniel Guiñazú