Esta historia no pretende ser un repaso nostálgico de una época. Sólo aspira a destacar un momento glorioso del fútbol argentino, con equipos y jugadores excepcionales, que ganaban poco comparándolos con la realidad actual. No existían los sponsor ni la televisión, el más poderoso de todos. Los tiempos cambiaron y hay dirigentes que gastan lo que no pueden, exigidos por los hinchas, por las urgencias que demandan refuerzos. Países europeos que atraviesan duras situaciones económicas, con un desempleo generalizado, que todavía, pero cada vez menos, pagan sumas millonarias, verdaderas e increíbles fortunas, obscenas en ese clima de crisis. Son los privilegiados de este deporte.En la Argentina los sueldos son muchísimo más bajos, es cierto, en relación o por encima de los ingresos de los clubes, generalmente empobrecidos aun los más poderosos, cuyo patrimonio reposa en sus divisiones inferiores. Es el único capital con valor agregado que se ha dilapido por la falta de orientadores capaces y por pensar solamente en el presente o en los grandes apellidos ”repatriados” tardíamente. Insistimos en ese mensaje de los juveniles, que también está creciendo en Europa. Ellos salvarán al fútbol y a los clubes porque, como dijera un técnico europeo, “en la Argentina brotan futbolistas como frutos de los árboles”. Uno de éstos produjo un milagro que se llama Lionel Messi. Que resume, a velocidad supersónica, las estupendas condiciones de los grandes jugadores de todos los tiempos. Y es nuestro.