Soy hijo de inmigrantes que, a los cinco años, preocupados por la educación, me anotaron en una escuela de monjas, a lo que siguió el ingreso a la escuela nº 20 de Wilde para hacer el primario. A los 13 años, me inscribieron en la ENET nº 1 de Avellaneda, en la carrera de Técnico mecánico. A los 14 años comencé a trabajar en la fábrica de vidrio Cristalux, como aprendiz mecánico.
    En 4º año abandoné los estudios, pese a la oposición de mis padres, y comencé a estudiar dibujo publicitario en la Academia Pedro Seguí, con el profesor Ángel Gallardo y una vez que me recibí, puse el título en un cuadrito y lo guardé.
    Al cumplir 10 años de antigüedad en la fábrica, renuncié en busca de nuevos horizontes. Era en ese momento que llegaba a Buenos Aires el gas en redes. Entonces comencé a reformar las cocinas de kerosén a gas, lo que me llevó dos largos años. Al terminar estas reformas, ingresé a empresas de transporte, como inspector de control, encargado del servicio y del personal, siendo la más conocida el Expreso Buenos Aires, uniendo Buenos Aires con la ciudad de La Plata.
    Luego me unía un contratista, que tomaba trabajos en las provincias como herrero y cañista, por más de 5 años. Y, como había formado una familia, no quería alejarme de la zona y comencé a buscar un nuevo trabajo. Conseguí ingresar a la línea 225 que unía el Balneario de Quilmes con Floresta. Esta familia colectivera me recibió con mucho cariño, dándome la responsabilidad de entregarme  una parte del corazón de la empresa para diagramar sus servicios y encargarme del personal de la misma. Cuando presenté mi renuncia, habían pasado más de cuarenta años cumpliendo en total sesenta y dos años de trabajo permanente. Realmente me llevé en mi memoria muchas historias y en homenaje a esa familia escribí un libro llamado 225.
Mi segundo libro, llamado Presente y Pasado, más que nada es un escape emocional que  algunos no compartirán y los respeto pero lo que es negro es negro y no se puede cambiar.