El hombre de la copa de agua nos invita a ser leído desde esa zona liminar donde la ficción borra las fronteras del relato autobiográfico, aunque la voluntad testimonial de Marta Oliveri conmocione incesantemente el estado- de- duermevela de la voz narrativa. A partir del acto generador del relato- el secuestro de la hija de Leila y su impunidad- las cuatro partes de la novela atraviesan el filo del dolor por el asalto a la inocencia y los acechos del Mal. Toda la narración intenta abordar la pregunta: “Cuando se vive realmente, es en el sueño o en la vigilia”? El gran mérito literario de su autora es no reponderla sólo con imperativos de conciencia y responsabilidad, sino a traves de las “treguas de fuga” hacia los refugios del alma de Leila. Hermana gemela de todos los desposeidos y sufrientes, desde Cain, Jesús, hasta los grandes poetas malditos, ella cree también que “en el oprobio se recuerda la belleza con mayor pasión”. Una fábula que metaforiza la impunidad que gozan los padres abusadores y los jueces canallas en nuestras sociedades, escrita con belleza, con el designio de que se “cumplan las escrituras”. Marta Oliveri es una talentosa avis raris en el actual paisaje literario Latinoamericano. Ella es de la estirpe casi olvidada de aquellos poetas y narradores que escriben con el coraje de arrojar el bien al infierno, para que se contamine del mal que nunca está fuera del cielo.Leonardo Senkman