Reflexiones, con estilo periodístico para facilitar el entendimiento de los lectores, sobre el drama nacional de la decadencia argentina iniciada en el año 1930 cuando la Suprema Corte de Justicia institucionalizó el “golpe de Estado”, enterrando la democracia republicana.A través de casi un siglo, la sociedad argentina va mostrando nuestra constante degradación cultural, con las advertencias de Alberdi, Bernaldo de Quirós, Discepolín, Abadi, Aguinis, Posse y tantos otros.En esta nueva división internacional que se advierte en el planeta, la debilidad del cuerpo social argentino se afianza día a día.La Argentina padece fuertes dolores y crecientes debilidades bajo un sistema inmunológico deteriorado, funcionariado de los tres poderes de bajísima calidad, un Estado sub administrado y una población ciclotímica que ha dejado caer la estima mundial que supo gozar de la mano de una migración europea que forjó nuestra personalidad básica.Con leves repuntes que no duran nada, el país repite viejas fórmulas que parecen provenir de un cáncer con metástasis. No tiene médicos ni cirujanos, porque no asume su posición de paciente. Carece de una clase dirigente patriota y los eventuales gobernantes no se preparar para hacerlo. Es el Poder lo que los convoca no el servicio social, ciudadano, argentinoQuizás, al borde del naufragio, podamos salir a flote para alcanzar las playas que fuimos abandonando por pereza, a veces altanería y casi siempre corrupción. Pero hay que apurarse. Se trata de un territorio demasiado rico y estratégico, para dejarlo en manos de improvisados, que se creen sanos y vitales, y no advierten que están gravemente enfermos. ¡Que estamos, gravemente enfermos!