Los Rincones del Anfitrión no es un relato de amor, tampoco se la puede encasillar como una historia romántica. Es una novela que intenta desnudar al amor. El protagonista cardinal no es otro que su corporización diabólica, fantasma que hace y deshace a su antojo, que provoca celadas y engaños, que hasta presume de bondades e inocencias. Su objetivo es convocar a los siete pecados capitales del romanticismo, a las siete plagas, y lo hace bajo el yugo de los espectros emocionales de manera tal incluirlos dentro de su perverso vademécum, siempre utilizando de médium a los poetas como eficientes señuelos para atrapar incautos. La prosa poética es un rasgo distintivo de la obra, lenguaje clásico que por antiguo no deja de ser original en nuestros tiempos.