No podemos dejar de reconocer que nos angustiamos, que la verdad se ausenta, y que la injusticia sucede habitualmente. Cada una de estas cuestiones nos presenta problemas que son específicos. El problema de la “angustia” debe intentar comprender y resolver la confusión dada entre lo axiológico y lo ontológico. El problema de la “verdad” debe fundar y resolver la confusión entre la certeza y la evidencia. El problema de la “justicia” debe explicar y resolver a la confusión entre el Bien autosuficiente y el Poder que obliga compulsivamente. Y en general, y puesto en perspectiva, debe permitir que se pueda apreciar cómo el problema de la angustia nos conduce al problema de la verdad y cómo este último nos lleva al problema de la justicia. Y, además, cómo todos ellos giran en torno a reconocer, o a ignorar, una realidad cuya naturaleza es A-Ontológica. En adelante, sin una comprensión no-ontológica de la angustia no se dispone de la posibilidad de la verdad. Sin la verdad no se abre la posibilidad de la justicia. Sin la angustia, la verdad y la justicia, no se adquiere la posibilidad de la certeza del conocimiento del hombre como sujeto axiológico, cuya naturaleza es la del Bien autoconsciente. La conciencia del Bien, crítica y experimentalmente, busca por sí misma su propio camino y desgasta la atadura del Ser. La ilusión ontológica parece dar muestra que, agotada, llega a su fin y se disipa.El Autor