Irma Arcidiacono exploró desde muy joven las historias de cientos de viajeros que llegaban al Riachuelo dejando para conquistar un suelo que parecía inalcanzable y que luego sintieron como propio.
Desde pequeña advirtió las angustias y los renunciamientos que imponía a los inmigrantes la búsqueda de un Lugar para Vivir, un lugar que deviniese en un inexorable escenario para proyectar una existencia. Buscaban un lugar donde dejar las huellas que a su vez abriesen nuevos caminos para sus hijos y para sus nietos.Los repetidos relatos de sus abuelos, las lecturas de cartas desgarradoras y su reencuentro con los puertos que un día los vieron partir la animaron a retornar a sus entrañables sitios de Buenos Aires y a los personajes que le dieron sentido. El Club Boca Juniors, los Bomberos Voluntarios, la Bohemia Boquense no sólo identificaban a La Boca; generaron sin proponérselo un Barrio entrañable como pocos y con marcas indelebles.
Irma Arcidiacono reconoció finalmente que los Lugares no existen sin su gente sin hombres y mujeres comprometidos que los sustenten, sin sueños compartidos que los animen. Concluyó entonces que no existes territorios sin propuestas ni pueblos sin esperanzas.
Llevada por ese pensamiento soñó junto a sus hijas una institución que favoreciese el fortalecimiento social, cultural y económico de aquellas localidades que parecen carentes de identidad. Así nació a fines del siglo pasado el Grupo Universitario Formadores desde dónde se rescataron patrimonios y desde donde se diseñaron futuros posibles. La serie los Libros de Los Pueblos, declarada de Interés Cultural y Provincial es el feliz corolario de esa labor.
Es por estas razones que este texto propone a las nuevas generaciones un doble desafío: preservar aquellos espacios que hicieron grandes nuestros mayores y pensar también en nuevos escenarios en los que deje su marca, su bien más preciado, su gente.