Por imperiosa necesidad o sensible voluntad mis padres tuvieron once hijos de siete mujeres y cuatro varones.Durante mi infancia nos hallábamos inmerso en una indigencia profunda, vil y cruel, un ejemplo ostentoso y verificador.Una mesa larga sin mantel ni servilletas, platos de lata ahora abollados, sin frutas y los juguetes brillando por su ausencia porque los Reyes Magos olvidaban los nombres de las calles donde vivían los niños pobres, enfermos, hambrientos, descalzos y tiritando de frío. A los cinco años trabajé en un puesto de frutas en una feria ubicada en la cuadra de mi casa. Luego trabajé en una parada de diarios y revistas. Todo el dinero que me pagaban lo entregaba a mi madre para aliviar el hambre que padecíamos y por añadidura el sufrimiento angustioso que devoraban los sueños de mi devenir.Pero hay algo muy importante:Mis convicciones políticas revolucionarias fueron el motivo real por los cuales luché apasionadamente por la justicia social. Por ejemplo, lideré en el Instituto de Microbiología una huelga de todo el personal, incluso los científicos y no sólo reivindicaciones por incrementos salariales, sino también la expulsión del reaccionario y arbitrio director de dicha institución. Y otras huelgas más, razones por las que fui perseguido, encarcelado y me aplicaron varias veces la picana eléctrica.