Este es un libro con ricas anécdotas cortas que rescata la intimidad de una época del Turismo de Carretera inolvidablemente hermosa. POR LAS RUTAS POLVORIENTAS.En esos largos y agotadores Grandes Premios los corredores aceptábamos el duro desafío movidos por la pasión a sabiendas de que en cada salida estábamos expuestos a que alguien no regresase. En muchas de estas perlas anecdóticas me toca ser protagonista y ahora con el paso de los años me despiertan asombro y alguna sonrisa. Es que vuelven a la memoria el recuerdo de grandes compañeros, eventuales adversarios y amigos, muchos de los cuales ya no están.Angel Meunier “EL ANGEL VOLADOR” fue mi amigo y cuando llegué al automovilismo siempre se mostró como un hombre amable, consejero y leal. Yo tenía toda la fiebre y la locura de la juventud, él que era un velocista por naturaleza pero me llevaba algunos años solía frenar mis impulsos. Compartimos auxilios en los Grandes Premios, me abrió las puertas de su casa como para que su familia fuera mi familia, y de verdad que Elena, Miguelito y Cristina siguieron siendo y lo son aún para mí. La llegada de Aníbal a la familia de los Meunier me regaló un nuevo amigo.Compartí con Cholo muchas cosas lindas: Carreras, Agasajos, Noches de Gala, Asados de Taller y sueños. Me tocó en suerte compartir la más dura el día de su accidente en Tancacha durante LA SEMANA DE LA VELOCIDAD. Marcos llegaba ganador en esa primera etapa y yo detrás cuando al bajar del auto nos enteramos del accidente. Marcos abandona y yo quiero dejar pero los familiares me piden que siga en su homenaje. Lo hice corriendo la segunda etapa con los dientes apretados y lágrimas en los ojos. Quería ganar para dedicarle el triunfo y lo logré. No bien bajé del auto en el avión de Carburando me llevaron hasta Rufino para dejarle mi último adiós testimoniado en un ramo de flores que desde el avión dejé caer sobre el cortejo. Se iba un gran amigo.