Las heridas provocadas por el dolor de la desilusión y la traición y la hegemonía del miedo a la muerte han sido los móviles de estas poesías.
Y como algunas heridas quedan siempre abiertas: “Para dar muerte al día, mi herida vuelve a cualquier hora, pero nunca vuelve sola”, es necesario que su sed de venganza no las lleve a cometer pecados sino fantasías capitales.
Esas fantasías que no califican como certezas ni como inexistencias, no son mentiras ni verdades, son otra naturaleza.
Aquí disuelvo los límites de la realidad, me dejo llevar por las quimeras: “dejo correr mi desnudez”.