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Cosentino, Néstor Abel

Néstor Abel Cosentino, 1946, egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires, cursó estudios de Dirección Cinematográfica en la Escuela de Cine del INCAA y es Ingeniero Agrónomo egresado de la UBA.
Obtuvo su primer premio cinematográfico con su cortometraje Buenos Aires Beat y poco después obtuvo el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes con ¡Cuidado, Hombres Trabajando! Como redactor, guionista, director y productor se especializó en películas de divulgación sobre temas agronómicos y ambientales para empresas y organismos nacionales e internacionales. Entre ellas podemos citar: Habitat 76 (PNUD); La Misteriosa Tierra del Fuego (documental para TV); Los ojos del futuro (CLEA/PNUD); Para agrandar los libros (UBA/FAO); Heredarás el agua (Gobierno de Mendoza); Bosquimanos, una Sociedad de Paz (filmada en el Desierto de Kalahari, Botswana); Norman Borlaug, Premio Nobel de la Paz (filmada en el Desierto de Sonora, México). 
Realizó también entrevistas a destacados investigadores de las universidades de UCLA (San Francisco), Purdue (Chicago) y Harvard (Boston), para su presentación en congresos de AACREA ante productores agropecuarios de todo el país.
En su primera novela, proyecta su experiencia como narrador de temas complejos en un lenguaje coloquial.

En 1791, a tan sólo dos años de la Revolución Francesa, el maestro masón W. A. Mozart estrenó La Flauta Mágica, un ritual de iniciación a la orden que él pertenecía, inspirado en las ideas libertarias que dominaban Europa por aquellos tiempos. Junto a otros maestros masones, el Iluminismo proclamaba la lucha por alcanzar la luz del conocimiento, para vencer a la ceguera de la ignorancia y del prejuicio. La libertad, la igualdad, la fraternidad.
Años más tarde, José Hernández, también maestro masón, concibió en Buenos Aires el Martín Fierro. De igual modo que La Flauta Mágica es el relato de un viaje iniciático, adaptado a la cultura y tradiciones rioplatenses. 
El personaje será un gaucho; el escenario, la pampa. No tendrá forma de ópera, sino de un género literario local: la literatura gauchesca. En sus cantos, se solapa un ritual de fuerte contenido simbólico y sabiduría iniciática, que es necesario descifrar en cada una de las pruebas a las que es sometido su protagonista. 
El Martín Fierro se publicó en 1872, a menos de veinte años de haberse consagrado la Constitución, en plena efervescencia del liberalismo dentro de la próspera y expansiva Nación Argentina.
Si el Príncipe Tamino contó con la ayuda de su flauta, el gaucho Fierro tuvo la de su guitarra, para alcanzar la luz que lo convirtió en Maestro de los más bellos consejos dedicados a sus hijos: los aprendices.
Un manual de ética criolla.
Una obra fundacional. 



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