La gente no piensa en la muerte (está muy ocupada en vivir) hasta que la muerte, un día, piensa en uno. Nos alcanza por una vía directa o a través de nuestros seres más queridos, a menudo nuestros viejos y a veces, también, nuestros chicos. Y entonces nos obliga a pensar en contra de nuestra voluntad.El drama nos interpela, nos pone en jaque. Y mientras la enfermedad se asienta, descartamos o corroboramos creer en Dios, en el destino, en la naturaleza, en el Cielo o el Infierno, en la trascendencia… Para prepararnos para el Después, nos refugiamos en la ciencia o en la fe porque ya comprendimos que solos no podremos.Sin embargo, todavía hay una pregunta que no hacemos: “¿Y el espíritu, el alma?” La novela EL DESPUÉS nos mira de frente y nos dirige la pregunta. No tengo idea de qué contestaremos.
Rubén Martínez Cassina, 4 de febrero de 2017
Rojas sufre un accidente. Toda su vida cambia; la de Renée, que es su esposa; la de su hijo Santiago; la de su hija Josefina. Tal como la conocía, su vida ha terminado. Parecería ser que ha comenzado su muerte.