Mariano Moreno afirmaba que “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y, después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía”.
Es que el progreso de las naciones –según Acemoglu y Robinson– no depende del origen geográfico que sostiene que la gran brecha entre países ricos y pobres obedece a las diferencias geográficas; tampoco de la prosperidad de los pueblos según su nivel cultural, y menos de la ignorancia según la cual la desigualdad mundial existe porque nosotros o nuestros gobernantes no sabemos cómo hacer para que un país pobre sea rico. El problema obedece entonces a la falta de respeto a las instituciones lo que llevara al economista Simón Kuznets, ganador del Premio Nobel, a sostener que existen cuatro tipo de países: desarrollados, subdesarrollados, Japón y Argentina.
Es menester, por tanto, rearmar el Estado de Derecho en el cual el acatamiento a la Constitución Nacional y a las leyes vigentes se erija en principio cardinal de nuestro ordenamiento, garantizando las libertades individuales y la actividad estatal, en un régimen en el que no gobiernan los hombres sino las leyes. Claro está que para salir del estado de anomia que durante décadas asoló a la Argentina, es igualmente necesario que los ciudadanos, no solo obedezcan el orden jurídico, sino que conozcan el funcionamiento de nuestras instituciones.
A esa idea apunta el presente manual que trata, en un lenguaje cotidiano y accesible, de acercar al ciudadano a la comprensión de nuestro texto constitucional, ese que en 1853 nuestros Padres Fundadores legaron para darnos una República que todos merecemos.