“Cuando uno visita la Galleria dell’Accademia en Florencia, antes de llegar al David, esa obra de arte divina y sobrenatural, se atraviesa un pasillo donde, una tras otra, las piezas sin terminar de Miguel Ángel se alinean una al lado de la otra. Inacabadas, cada una de ellas es una obra de arte en sí misma. Aun cuando las figuras de los esclavos y de los santos parecen querer emerger pujando del bloque de mármol y estallar, es la voluntad, la imaginación y el trabajo del cincel de Michelangelo lo que pudo forjar esa figura. Nadie más.
Así, de la misma manera se presenta el futuro ante nosotros. Puede querer pujar y explotar ante nosotros, pero somos nosotros, y únicamente nosotros, quienes tenemos el derecho y la obligación de esculpirlo, de tallarlo, de darle la forma que nosotros queramos que tenga. La forma que nosotros queramos darle.
Delegar esta responsabilidad es delegar la decisión sobre nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos.
No hacerlo quizás hasta implique delegar esta decisión en una máquina”.