Zoila recorre un largo camino en su vida de ficción desde los años 1820 a 1870, contextualizando su vida en un  extenso período del Siglo XIX en el Río de la Plata. Perteneciente a una familia de elite de la Córdoba colonial une su vida afectiva con un joven perteneciente a la elite de Tucumán.

La trama enlaza estas dos familias del interior, que a lo largo del relato se encuentran sorprendentemente conectadas por un comercio espurio, escondido, en el conocido paso de las caravanas de carretas que partían desde el puerto porteño hacia el interior con enseres y productos británicos y volvían con los frutos de la tierra del interior. En ese ir y venir se ocultaba, en la ficción, un espurio, redituable contrabando con piedras preciosas y diamantes por caminos cruzados que bajaban desde el Imperio de Brasil, burlando el estricto control de Juan Manuel de Rosas y el de Pedro II.

A lo largo del relato los personajes se encuentran con enfrentamientos entre unitarios y federales, con malones indígenas obstaculizando el paso de carretas, con el indómito Facundo, -entre otros-, con el celo del Brigadier Juan Manuel de Rosas por el control del puerto, y con personajes históricos, que sin nombrarlos aparecen en este intrincado devenir, tal  como el maravilloso pintor Mauricio Rugendas, o el impecable Juan Pedro Esnaola, rescatando el espíritu de época, sus costumbres, y los hechos coyunturales en los cuales los protagonistas debieron moverse.