Nací en plena Guerra de Corea, pero a 17.000 km., de distancia, en Floresta sur, frente al Parque Avellaneda, un barrio de la nostálgica Ciudad de Buenos Aires.

Allí pasé los esplendorosos años de mi niñez con un asma que no me dejaba respirar y con un pediatra que no me dejaba potrear. Mi adolescencia, juventud y plenitud, la vengo deshilachando en Paso del Rey, ciudad del cercano oeste de la Provincia de Buenos Aires y a la que le decían la Córdoba chica, por ser un lugar donde se respiraba aire puro, hoy... al menos se respira.

Escribí toda mi vida pero a intervalos, es decir, no siempre, digamos que cuando hubo motivos e inspiración, ambos dos. Si hay inspiración es porque previamente hubo motivo. La poesía no deja de ser un reflejo del alma convertida en palabras escritas.

A veces pienso que ninguno de estos poemas ha sido escrito por mí.

Cuando llega esa inspiración es como si una mano llevara la mía hacia confines misteriosos que son develados solo cuando dejo de escribir.

Ahora bien, si alguno de los lectores lograra captar el sentimiento puesto en este trabajo y, con algunos de los poemas sintiera tan solo un segundo de emoción; si los logro conmover con alguno de sus versos, entonces mi felicidad será plena, porque para eso los he escrito...

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