En primer lugar, me permito sostener que mientras muchos, quizás la mayoría, piensan que el mayor flagelo que sufrieron los reinos cristianos de Europa, por lo menos hasta 1600, provenía del Asia Central, de las tribus de Mongolia reunidas por un líder fuerte como Genghis Kan, Tamerlan u otros. Pero, apenas recorremos las páginas de lo sucedido por aquellos años, advertimos que el mayor enemigo, el azote más doloroso no provenía de tan lejos, casi era de la propia casa. El Imperio Otomano que nació pequeño y desprendido de otro gran imperio en decadencia, el de los Salyúcidas, creció y se desplegó por tres continentes. Fue uno de los más grandes, y de los de mayor duración. Su ejército parecía imbatible. Una victoria sucedía a otra. Luego de tantas conquistas, rapiña y cobrar tributos, a cientos de pueblos y ciudades, comenzó su decadencia.No adhiero a la teoría biologista de Ratzel, que considera a los estados como seres vivos, que nacen, crecen y mueren. En realidad son sus conductores los que ensoberbecidos por los triunfos, pierden la conciencia de la realidad y el vigor inicial, y decaen arrastrando en su caída a los estados o imperios, que generaciones anteriores habían erguido. Entró en una larga agonía, con el desastre final de la Primera Guerra Mundial, en la que lucharon del lado de los perdedores. Por el Tratado de Sévres, el vasto imperio quedó reducido a lo mínimo. Entonces la soberbia del sultán se convirtió en vergonzosa sumisión. Apelando a la piedad de los vencedores.Surge entonces, un hombre providencial, guerrero heroico y gran estadista, Mustafá Kemal, quien derrotó al sultán y lucha hasta conseguir un nuevo acuerdo con los aliados que le permitió recuperar la Península de Anatolia íntegra y fundada en 1923, la moderna república turca. Modernizó el país rechazando el viejo pasado, con su arcaísmo político, su organización confesional y su enmohecida institucionalidad. Siguiendo la orientación europeizante de su fundador, Turquía busca incorporarse a la comunidad europea, logro que le ha sido retaceado hasta hoy. Se incorpora, sin embargo a la OTAN y desarrolla unas poderosas FF.AA., las de mayor potencial bélico después de los EE.UU. Éstas basadas en su poderío se transformaron en cancerberos de la ortodoxia kemalista y depositarios de la legitimidad republicana, interrumpiendo la vida democrática en cinco oportunidades, la última de ellas en julio del 2016, que fracasó por falencias propias y porque el actual presidente Recep Tayyip Erdogan, fue avisado de la intentona por los servicios de Rusia e Irán, sus nuevos aliados. Este hombre que llegó al poder en el 2005, liderando el Partido de la Justicia y el Desarrollo, impulsó un fuerte crecimiento económico. Pero manejó el poder con mano dura y con aspiraciones de transformar al país en un estado islámico, Turquía, en el corazón de Eurasia, goza de una posición estratégica excepcional entre Europa y Asia, entre dos mundos, dueña de los famosos estrechos que comunican los mares cerrados más importantes, el Negro y el Mediterráneo, rodeada de los países de mayor trascendencia geopolítica, surcada por importantes oleoductos, que eluden a Rusia y abastecen a Europa, ha truncado sin embargo los valores de la Revolución Kemalista, el padre de la patria. Se ha inmiscuido con fines hegemónicos en el caldero hirviente del Medio Oriente, en el África sub-sahariana y sin abandonar del todo la OTAN, ha buscado nuevas alianzas no occidentales. Mientras que el pueblo anhela mayor libertad y democracia. Es notable, hay un parecido muy significativo, Erdogan y Putin, ambos son ambiciosos, autoritarios y anhelan reconstituir sus viejos imperios, no por casualidad, se los apela neo otomanista y neo estalinista, respectivamente.