Si no tuviésemos tan cerca a la chiquilla de “trenzas asustadas” y de circular semblante, de pupilas inquietas y afligidas, diríamos que todo es un prodigio. O bien, un cuento infantil. “Un milagro –decía Amado Nervo– no es otra cosa que una realidad escondida”. De tal manera se explica cómo esos “ojos de muñeca” pueden contemplarlo todo. Cómo abarcan distancias y atraviesan cielos y océanos. Pese a lo cual padecen congojas y angustias. Hasta dentro de la indisoluble unidad con sus dos seres más queridos.
Así, María de la Fe, en De Buenos Aires y otras ausencias, une los elementos básicos de la creación. Desde el fuego sagrado de su fértil inspiración poética nos conduce por aire, mar y tierra a los lugares amados. Esas áreas que atesoran para ella profunda significación.
Campea la nostalgia en el calificado poemario, dividido en tres segmentos, acordes con la cronología. Pero ello es inevitable. Las añoranzas, esas intrusas, jamás están ausentes. Nos sorprenden al menor descuido, con referencia a tiempo y espacio.
Enaltece la producción de esta exquisita poeta la colorida pintura de comarcas y costumbres. Y con alta notoriedad, la calidad literaria. Ella se encuentra presente en el aspecto formal, que domina ampliamente. Y, lo más trascendente, en su generoso fondo espiritual. Concluyamos en que, aunque la autora exprese que, por el desarraigo, no pertenece a ninguno de los dos países, la verdad es que es ella la dueña de ambos. Por el lenguaje, al cual honra, y por sus atributos personales.
JORGE LOMUTO

NOTA: Leer “¿Qué hiciste con mis sueños?” - Página 13