En los comienzos de la humanidad, el hombre primitivo debió vivir temeroso y angustiado frente a los avatares que le ofrecía su entorno. Seguramente cuando llegaba la enfermedad, y la posible muerte, carecía de explicaciones sobre qué era lo que estaba ocurriendo. Y por ellos creó a los dioses, pensando que los espíritus malignos y los demonios que le causaban sufrimientos. Podían ser combatidos si a aquellos se les tributaban ofrendas y sacrificios; y entonces consultó a los sanadores, los chamanes; creó amuletos y talismanes, usó hierba, oró y construyó enormes monumentos y estatuas para mitigar su miedo y su dolor.
Esta es la historia de cómo fue la lucha contra las enfermedades, cuando todavía la ciencia no había iluminado a aquel mundo arcaico y doliente.